Recuperando el Equilibrio


 Neuritis Vestibular mediante una Perspectiva Multidisciplinaria y la Experiencia Personal 


La neuritis vestibular es una afección que puede sacudir la vida de quienes la padecen, desencadenando vértigos y desequilibrios que desafían la estabilidad emocional y física. En este relato personal, compartiré mi travesía y cómo logré mejorar de esta adversidad, descubriendo una nueva perspectiva en el proceso.

En enero de 2022, mientras me encontraba solo en mi lugar de trabajo, la neuritis vestibular decidió hacer acto de presencia en mi vida. Sus devastadores síntomas, que podrían rivalizar con una montaña rusa emocional, me afectaron de manera abrupta y desconcertante. A mis 61 años, me vi envuelto en una vorágine de vómitos, sudor frío y una sensación de confusión extrema. Incluso llegué a temer que se tratara de un ataque al corazón o un derrame cerebral. ¿Qué sería de una experiencia sin un poco de dramatismo?

Reuniendo mis fuerzas, tomé el teléfono y marqué el número de emergencias, compartiendo mi infortunio y dejando claro mi desconocimiento acerca de la duración de este tormento. Para mi sorpresa, la ambulancia llegó rápidamente, al menos eso me pareció. Me trasladaron al ambulatorio, donde recibí una atención excepcional, pero lamentablemente, no pudieron ofrecerme una solución inmediata. Fui derivado al hospital, que casualmente carecía de camas y me acomodaron en un rincón de urgencias. Aunque en aquel momento no me importó demasiado. Pasaron 24 horas antes de que finalmente me trasladaran a una habitación.

 Pasé seis días ingresado, rogando al médico poder llevar a cabo mi recuperación desde la comodidad de mi hogar, sin correr el riesgo de contagiarme con otras enfermedades.  Me entregaron una medicación y un par de hojas con ejercicios vestibulares para realizar en casa. Un modesto arsenal terapéutico, sin duda.

Permíteme describirte cómo se convirtió mi vida cotidiana en una auténtica proeza durante ese periodo. Incluso ducharme se volvió un acto de malabarismo, requiriendo el apoyo de mi esposa o mis hijos para mantenerme estable. Caminar se convirtió en un desafío, ya que parecía imposible mantener una línea recta sin tropezar repetidamente. Comencé a temer las superficies irregulares y los suelos inclinados. Mi familia solo se enteraba de mis peripecias cuando alguna caída dejaba alguna marca en mi cuerpo.

Mi cabeza se transformó en una pequeña embarcación navegando en un mar de olas gigantes. El vértigo se convirtió en mi constante compañero, siempre presente y persistente. Además, un toque de depresión. Después de todo, ¿qué puede pensar una persona cuando, llegando a los 61 años, creyendo haber superado la mayoría de los problemas de la vida y se encuentra prácticamente dependiente de los demás. Afortunadamente, mi familia, el tesoro más valioso de la vida, estuvo a mi lado en todo momento, aunque a veces demasiado cerca para mi gusto. También mis amigos desempeñaron un papel fundamental en esta travesía. Incansables en su insistencia por salir y compartir nuestros encuentros de los jueves, demostraron una amistad genuina y resistente. Incluso ante mis rabietas y cabronadas, se mantuvieron a mi lado, mostrando una comprensión que trascendía las palabras. Y entre todas esas personas especiales, se encuentra Rocco, mi perro maravilloso. 

 Aunque no estoy completamente restablecido, he encontrado suficiente mejora como para reconocer que la vida merece ser vivida. Sin mencionar nombres ni ubicaciones específicas, quiero compartir mi camino hacia la superación de este obstáculo.

Lo interesante y lo que me ha motivado a compartir esta parte de mi vida es cómo logré avanzar en mi recuperación. Aclaro que no soy médico, terapeuta ni experto en el tema. Simplemente soy alguien que ha vivido esta experiencia y ha encontrado su propio camino hacia la mejora.

En mi travesía en busca de una respuesta a mis recurrentes vértigos, finalmente conseguí una cita con una especialista recomendada por el sistema de seguridad social, tras una espera de tres meses. Con expectativas renovadas, acudí a la consulta en busca de respuestas y alivio. Durante la visita, la doctora, con una amplia experiencia, me transmitió confianza al asegurarme que mi situación podía resolverse en un plazo de unos meses. Me recetó un tratamiento farmacológico para abordar mis mareos y vértigo, pero desafortunadamente, no obtuve ningún alivio significativo.

Tras una serie de frustrantes consultas y largas esperas, fui derivado a un especialista que, a diferencia de otros médicos, dedicó más tiempo a examinarme minuciosamente. En un consultorio adyacente, fui colocado en una camilla y sometido a una maniobra específica que desencadenó un vértigo inmediato. Para mi asombro, el vértigo se desvaneció como por arte de magia. Este hecho plantea la interrogante: ¿Por qué la otra doctora no pudo aplicar el mismo tratamiento en lugar de hacerme esperar durante meses? Es importante destacar que, en situaciones de enfermedad, la percepción del tiempo parece distorsionarse. Como testigo de ello, puedo dar fe de la afirmación de Einstein sobre la relatividad temporal. Sin embargo, con este notable alivio, experimenté un aumento significativo de confianza, energía y esperanza, obteniendo una mayor independencia. A pesar de esta mejoría, los síntomas de inestabilidad, mareos y embotamiento en la cabeza persistían. Las soluciones propuestas por los profesionales de la salud se limitaban a simples ejercicios en hojas de fotocopias y tutoriales en plataformas como YouTube.

Fue entonces cuando comencé a investigar por mi cuenta, relacionando mis síntomas con el cerebro. Durante mi búsqueda, hice un descubrimiento fascinante: el cerebro posee una capacidad asombrosa de cambio y adaptación conocida como neuroplasticidad. A pesar de mi edad, me di cuenta de que las neuronas no estaban condenadas a la pérdida de funciones, sino que tenían la capacidad de aprender y compensar lo que se había perdido. Inspirado por esta revelación, decidí tomar medidas concretas para alimentar y estimular mi cerebro. Una de las primeras acciones que emprendí fue proporcionar a mi cerebro los nutrientes esenciales que necesitaba para funcionar de manera óptima. Los ácidos grasos Omega 6, la creatina y vitamina B fueron algunos de los elementos clave que incluí en mi dieta. Estos nutrientes han sido asociados con la salud cerebral y el rendimiento cognitivo, por lo que decidí incorporarlos en mis comidas diarias y cuidar mi dieta, dado que el cerebro no es un órgano aislado y su funcionamiento se relaciona estrechamente con el sistema digestivo. Cada día se descubren más investigaciones que demuestran la interdependencia entre el cerebro y el resto de los órganos.

Además de la nutrición, me di cuenta de que era fundamental estimular mi mente de manera regular. Para lograrlo, participé en diversas actividades que desafiaban y ejercitaban mis capacidades cognitivas. El ajedrez se convirtió en una pasión personal, ya que no solo representaba un juego estratégico, sino también una forma de entrenar la concentración, la memoria y la toma de decisiones. Además, exploré diferentes juegos cognitivos y rompecabezas que desafiaban mis habilidades mentales de diversas formas. No solo me enfoqué en el aspecto cognitivo, sino que también reconocí la importancia de la calma y la atención plena para la salud mental. La meditación se convirtió en una práctica diaria en la que cultivaba la tranquilidad y la claridad mental. Los ejercicios de respiración, como el método de Wim Hof, también jugaron un papel fundamental en mi bienestar general, ya que me permitieron controlar el estrés y promover un equilibrio emocional.

A medida que implementaba estas prácticas en mi vida diaria, comencé a experimentar una notable mejoría en mi capacidad cognitiva y en mi bienestar general. Mi cerebro parecía responder de manera positiva a los estímulos y nutrientes adecuados, lo que me motivó a seguir explorando y adoptando hábitos saludables para su funcionamiento óptimo

 Siguiendo con la cronología, en octubre de 2022, me recomendaron un instituto en Barcelona especializado en vértigo y neuritis vestibular. Por supuesto, esto implicaba costos privados, ya que mi salario no me permitía darme muchos lujos y todavía tengo que pagar la educación universitaria de nuestros hijos.

A partir de ese momento, todo cambió. Sentí una renovada esperanza. En primer lugar, me entregaron un formulario donde debía marcar una serie de síntomas ya enumerados. ¡Sorprendentemente, casi todos los síntomas estaban en la lista! Sentí que me comprendían. Hasta ese momento, cada vez que hablaba con los médicos, debía inventar analogías para que entendieran lo que me sucedía. La atención que recibí fue excepcional. Se realizaron todos los estudios necesarios y se programaron visitas cada 15 días.

El progreso fue notable, pero en determinado momento dejé de avanzar. Me di cuenta de que ya no valía la pena invertir recursos en ejercicios que no arrojaban resultados.

Decidí buscar una segunda opinión médica y consulté a otra doctora, quien me explicó la verdad: lo que experimentaba eran las secuelas de la enfermedad explicándome que había personas en condiciones mucho peores que las mías. No se trataba de neuroplasticidad, sino de que el nervio no podía regenerarse. No me fui contento, algo deprimido. Regresé a casa y comencé a reflexionar sobre todo esto y sobre mi futuro, que probablemente implicaría buscar otro empleo, dado que el mío consiste en probar coches.

Pasaron algunos días y, mientras veía un campeonato de surf en televisión, tuve una epifanía. ¿Cómo lograban esas personas mantener el equilibrio sobre una tabla en medio de una ola? No hay nada más antinatural para un ser humano. Fue en ese momento que empecé a investigar sobre entrenamientos para el equilibrio y descubrí el concepto de propiocepción, otro sentido del cuerpo humano. Me di cuenta de que las neuronas no solo se encuentran en el cerebro, sino en todo el cuerpo y los músculos, comunicándose de manera inconsciente y automática para mantener nuestra postura y evitar caídas. ¡Sorprendente! Busqué ejercicios de propriocepción en internet y compré ciertos dispositivos, pero pronto me di cuenta de que no podía hacerlo solo, ya que constantemente me caía. Lo único que podía hacer era contratar a un entrenador personal que me acompañara durante una hora, y eso fue lo que hice. Comenzamos fortaleciendo mi musculatura, ya que todos músculos están involucrados en nuestra estabilidad, y realizamos ejercicios de “propio”, como los denomina mi entrenador. Los resultados fueron asombrosos. El primer día me sentí exhausto y desorientado, probablemente debido a una disminución de azúcar en sangre o porque mi cerebro no resistió tanto esfuerzo. Pero en menos de un mes, ya era una persona diferente.

En el momento en que termino este relato, me siento lleno de satisfacción y confianza en mí mismo. Aunque sé que todavía enfrentaré desafíos, reconozco que los obstáculos son una parte natural de la vida, especialmente a mi edad. Deseo compartir esta historia porque me he dado cuenta de que muchos síntomas de enfermedades pueden mejorar si combinamos diferentes especialidades de la salud, médicos, psicólogos, profesores de educación física, osteópatas y otros profesionales.

Es fundamental pensar fuera de lo convencional y adoptar enfoques multidisciplinarios para lograr avances significativos en el alivio de las dolencias. A menudo, tendemos a limitarnos a una única perspectiva o a la atención de un solo profesional de la salud. Sin embargo, al unir fuerzas y combinar diferentes conocimientos y habilidades, podemos ampliar nuestras posibilidades de encontrar soluciones efectivas.

La colaboración entre diferentes profesionales puede brindar una perspectiva holística y enriquecedora para el tratamiento de las enfermedades. Cada profesional aporta su experiencia única y conocimientos especializados, lo que permite abordar la dolencia desde diferentes ángulos y considerar aspectos físicos, emocionales y cognitivos.

Pensar de manera lateral implica ser creativos y flexibles en nuestra aproximación a los problemas de salud. No debemos limitarnos a los métodos tradicionales, sino explorar nuevas ideas, técnicas y enfoques que puedan complementar y mejorar nuestra atención médica. Al hacerlo, abrimos la puerta a posibilidades innovadoras y a un mayor bienestar para aquellos que sufren alguna afeccion crónicas o persistentes.

Al compartir esta historia, espero inspirar a otros a considerar enfoques diferentes no convencionales y a explorar opciones que podrían marcar la diferencia. Cada persona es única y puede encontrar beneficios al combinar diferentes disciplinas. No debemos subestimar el poder de la colaboración en la búsqueda de soluciones efectivas.

Tenemos que entender. En el vasto océano del conocimiento, el ser humano navega con humildad. Lo que sabemos de la naturaleza y el universo, es solo una gota en la inmensidad.


Jorge Garcia Requena


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